8. El Norte es el que ordena*
Qué laburo de zaranda nos espera, a esta altura de la evolución de nuestra ingeniosa sociedad capitalista que supo convertir tantas ideas fundamentales en remeras clonadas en serie. ¿Quién dice la verdad cuando escuchamos aquello que no queremos oír? ¿Será posible que aquel que expresa lo mismo que uno piensa esté, en realidad, mintiendo? ¿Cuál es el límite entre la rebeldía y el negocio?, ¿entre mentirse y creerse? ¿Qué validez puede tener un manifiesto político rockero cuando se convierte en hit radial? La zaranda se hace necesaria, cada vez más, pero cada vez menos es el tiempo que tenemos para hacerla; para separar lo relativo de lo profundo, la frase hecha del pensamiento jugado; lo políticamente correcto de lo auténticamente copado.
Por momentos, evaluar el soberano éxito que tuvo la banda punk Green Day con un disco que presume de patear contra el remanido sueño americano como “American Idiot”, una diatriba contra las fábricas de pop stars que en Estados Unidos se resume en el programa American Idol (la versión madre de Operación Triunfo), da por momentos miedo. Es que no puede generar menos que confusión escuchar una banda punk tan prolija y agradable como potente. Tan limpia, conceptual como estéticamente. Tan punk como lavada. Contradicciones emanadas de cabezas progresistas que viajan en limousine. Porque --es tan evidente-- qué fácil que es escribir una canción en contra de Bush: alcanza con tener un mínimo de buena leche, del resto se encarga Jorgito junior.
En medio de placebos como Live 8, ese megaconcierto con el cual las multimillonarias estrellas del establishment mundial del rock como Bono o Madonna pretendieron lavar sus contradicciones ideológicas intentando humanizar el capitalismo que tan bien les dio de comer, en Estados Unidos aflora --como no podía ser de otra manera-- toda una corriente artística que (como no podía ser de otra manera) canta contra su belicoso petropresidente. Y, como no podía ser de otra manera, ese canto no escapa a las omnipresentes reglas del negocio del rock, esas que dicen: hay mercado para todo, vamos a facturar. Entonces, atrás de Green Day aparece el nuevo disco de una muchacha que se hace llamar Pink y se cree punk, y también putea contra el american dream que le dio mucho más de lo que sus cuerdas vocales parecen merecer. Sólo falta la guitarra de Lolo puteando a Bush y estamos todos.
En ese marco, ahora parece ser cool volver a la canción de protesta que casi 40 años atrás se plantó contra Vietnam, ahora que Irak parece ser, puertas adentro del Imperio, algo mucho peor que una aventura trasnochada de los muchachos petroleros. Y es tan fácil, en los Estados Unidos de hoy, enchufar una guitarra y cantar contra Jorge (hijo) sin tener que resignar ni una moneda del buen pasar…
Por eso la zaranda. Porque ojo: no será Tomás Dell’Pico quien les diga, queridos amigos, a quién hay que creerle…
Parece que a los 61 años, Neil Young quiere aprovechar cada tiro que le queda, especialmente cuando el blanco es tan perfecto para disparar. Es evidente que le molesta tanto la muerte empetrolada de iraquíes y –guarda la tosca—norteamericanos en una guerra tan sangrienta como nefasta. Y está más que claro que lo enerva demasiado la presencia de un demoníaco simio al frente de un país, que si bien no es el suyo –Neil es canadiense— es hermoso a pesar de los millones de Homeros Simpson de verdad que lo pueblan y que, en persona, no son tan graciosos. Y tal vez en esa sinceridad, de reconocer lo bueno y lo malo de lo propio, “Living with War” es un disco en el que se puede creer. Pero ojo: ese trabajo –el de creer—se lo dejo a cada uno.
Por si a alguien le interesa, “Living with war” es un disco de protesta de los de antes que parece devolverle al rock la capacidad de comunicación que supo tener pero fue perdiendo al compás de la globalización de las relaciones humanas; esa que fue instalando el actual monopolio de la boludez –como dijera Mollo antes de (¿alcanzar o ser alcanzado?) por Natalia Oreiro--.
En cuanto al contenido explícito e implícito “Living with War –censurado por sus letras en el 80% de las radios yankis-- parece estar anclado en un sensible paralelismo entre los episodios de Vietnam e Irak, con todo el dolor que puede significar para cualquier persona de 61 años tener que vivir dos veces experiencias tan pesadas. Quizás por eso el disco puede leerse como un juego entre el Young que fue en los 70 con el que es ahora. Va al frente con su postura, pero no se olvida de lo importante que puede resultar, esta vez, ser un poco más conciliador. Tal vez por ello, varias referencias al regreso de los ataúdes con soldados muertos como queriendo apelar a la conciencia del norteamericano WASP que hasta que no le traen a un ser querido en un cofre no puede tomar conciencia de lo malo que es Bush (algo parecido pasa con los argentinos y su bolsillo…). Tal vez por eso el llamado a reconstruir el rojo, blanco y azul de ese gran país al que llama “nuestro”. Esa combinación de denuncia con despertar de conciencias más dormidas que las progres es una constante del disco que a veces puede hacer dudar acerca del lugar exacto en el que Young está parado. A él no le importa: propone una mujer o un presidente negro como próximo líder, y lo dice con nombre y apellido: Colin Powel.
Una reseña que recomiendo leer en Rebelión.org, que tiene todas las letras del disco traducidas al español (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=31175) termina con esta reseña de un tal Carlos Tena, un crítico musical español aparentemente “de izquierdas”: “Living with War es, en pocas palabras, un arma de reconstrucción masiva creada desde la armonía, la paz y la cordura, desde la inteligencia y la sensibilidad, para poner freno a ese loco homicida que hoy, tristemente, rige los destinos del gobierno y la nación más poderosa del mundo. Con ella, Neil Young recupera para el rock la decencia que esta música rebelde había perdido a manos de las multinacionales discográficas y de la comercialización capitalista”. Humildemente, Tomás Dell’Pico está de acuerdo, aunque a esta altura está claro que estar de acuerdo debe ser un trabajo antes que la aceptación de una idea que nos gusta escuchar.
En las antípodas de las formas actuales de producir música grabada, sin detenerse un segundo a disimular cualquier falencia al ritmo del mouse, “Living with War” es una cruda síntesis de la música americana con la que desde siempre ha coqueteado Young (especialmente Con Crosby, Stills y Nash, pero también con Pearl Jam). Eso se escucha en la música, pergeñada desde una formación rockera decidida y deliciosamente vieja: una guitarra extremadamente sucia y rota va de colchón para una batería primitiva y supercuadrada, con un bajo que jamás aprieta y prefiere notas redondas donde las orejas actualizadas piden corcheas. También se lee en las letras que llevan la protesta directa del folk, pero dichas por un cantante de tradición marcadamente country –es decir, con inflexiones propias de cantantes más bien republicanos-- incluso cuando grita. Y todo redondeado por una solitaria, bélica y brutal trompeta, ajena como tal a la menor sutileza, y un sombrero decididamente gospel con un coro negro que en algunos temas alcanza hasta cien integrantes.
Así, en su síntesis de letra y música, “Living with War” plantea una notable confrontación contra los paradigmas que rigen actualmente, incluso contra aquellos que parecen gritar lo mismo pero no se olvidan de que lo más importante es vender. Es, de esa manera, un mensaje en sí mismo acerca de los tiempos que corren, al margen de los mensajes antibélicos que propone en sus canciones.
* Publicado en el periódico el eslabon en agosto de 2006
Por momentos, evaluar el soberano éxito que tuvo la banda punk Green Day con un disco que presume de patear contra el remanido sueño americano como “American Idiot”, una diatriba contra las fábricas de pop stars que en Estados Unidos se resume en el programa American Idol (la versión madre de Operación Triunfo), da por momentos miedo. Es que no puede generar menos que confusión escuchar una banda punk tan prolija y agradable como potente. Tan limpia, conceptual como estéticamente. Tan punk como lavada. Contradicciones emanadas de cabezas progresistas que viajan en limousine. Porque --es tan evidente-- qué fácil que es escribir una canción en contra de Bush: alcanza con tener un mínimo de buena leche, del resto se encarga Jorgito junior.
En medio de placebos como Live 8, ese megaconcierto con el cual las multimillonarias estrellas del establishment mundial del rock como Bono o Madonna pretendieron lavar sus contradicciones ideológicas intentando humanizar el capitalismo que tan bien les dio de comer, en Estados Unidos aflora --como no podía ser de otra manera-- toda una corriente artística que (como no podía ser de otra manera) canta contra su belicoso petropresidente. Y, como no podía ser de otra manera, ese canto no escapa a las omnipresentes reglas del negocio del rock, esas que dicen: hay mercado para todo, vamos a facturar. Entonces, atrás de Green Day aparece el nuevo disco de una muchacha que se hace llamar Pink y se cree punk, y también putea contra el american dream que le dio mucho más de lo que sus cuerdas vocales parecen merecer. Sólo falta la guitarra de Lolo puteando a Bush y estamos todos.
En ese marco, ahora parece ser cool volver a la canción de protesta que casi 40 años atrás se plantó contra Vietnam, ahora que Irak parece ser, puertas adentro del Imperio, algo mucho peor que una aventura trasnochada de los muchachos petroleros. Y es tan fácil, en los Estados Unidos de hoy, enchufar una guitarra y cantar contra Jorge (hijo) sin tener que resignar ni una moneda del buen pasar…
Por eso la zaranda. Porque ojo: no será Tomás Dell’Pico quien les diga, queridos amigos, a quién hay que creerle…
Parece que a los 61 años, Neil Young quiere aprovechar cada tiro que le queda, especialmente cuando el blanco es tan perfecto para disparar. Es evidente que le molesta tanto la muerte empetrolada de iraquíes y –guarda la tosca—norteamericanos en una guerra tan sangrienta como nefasta. Y está más que claro que lo enerva demasiado la presencia de un demoníaco simio al frente de un país, que si bien no es el suyo –Neil es canadiense— es hermoso a pesar de los millones de Homeros Simpson de verdad que lo pueblan y que, en persona, no son tan graciosos. Y tal vez en esa sinceridad, de reconocer lo bueno y lo malo de lo propio, “Living with War” es un disco en el que se puede creer. Pero ojo: ese trabajo –el de creer—se lo dejo a cada uno.
Por si a alguien le interesa, “Living with war” es un disco de protesta de los de antes que parece devolverle al rock la capacidad de comunicación que supo tener pero fue perdiendo al compás de la globalización de las relaciones humanas; esa que fue instalando el actual monopolio de la boludez –como dijera Mollo antes de (¿alcanzar o ser alcanzado?) por Natalia Oreiro--.
En cuanto al contenido explícito e implícito “Living with War –censurado por sus letras en el 80% de las radios yankis-- parece estar anclado en un sensible paralelismo entre los episodios de Vietnam e Irak, con todo el dolor que puede significar para cualquier persona de 61 años tener que vivir dos veces experiencias tan pesadas. Quizás por eso el disco puede leerse como un juego entre el Young que fue en los 70 con el que es ahora. Va al frente con su postura, pero no se olvida de lo importante que puede resultar, esta vez, ser un poco más conciliador. Tal vez por ello, varias referencias al regreso de los ataúdes con soldados muertos como queriendo apelar a la conciencia del norteamericano WASP que hasta que no le traen a un ser querido en un cofre no puede tomar conciencia de lo malo que es Bush (algo parecido pasa con los argentinos y su bolsillo…). Tal vez por eso el llamado a reconstruir el rojo, blanco y azul de ese gran país al que llama “nuestro”. Esa combinación de denuncia con despertar de conciencias más dormidas que las progres es una constante del disco que a veces puede hacer dudar acerca del lugar exacto en el que Young está parado. A él no le importa: propone una mujer o un presidente negro como próximo líder, y lo dice con nombre y apellido: Colin Powel.
Una reseña que recomiendo leer en Rebelión.org, que tiene todas las letras del disco traducidas al español (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=31175) termina con esta reseña de un tal Carlos Tena, un crítico musical español aparentemente “de izquierdas”: “Living with War es, en pocas palabras, un arma de reconstrucción masiva creada desde la armonía, la paz y la cordura, desde la inteligencia y la sensibilidad, para poner freno a ese loco homicida que hoy, tristemente, rige los destinos del gobierno y la nación más poderosa del mundo. Con ella, Neil Young recupera para el rock la decencia que esta música rebelde había perdido a manos de las multinacionales discográficas y de la comercialización capitalista”. Humildemente, Tomás Dell’Pico está de acuerdo, aunque a esta altura está claro que estar de acuerdo debe ser un trabajo antes que la aceptación de una idea que nos gusta escuchar.
En las antípodas de las formas actuales de producir música grabada, sin detenerse un segundo a disimular cualquier falencia al ritmo del mouse, “Living with War” es una cruda síntesis de la música americana con la que desde siempre ha coqueteado Young (especialmente Con Crosby, Stills y Nash, pero también con Pearl Jam). Eso se escucha en la música, pergeñada desde una formación rockera decidida y deliciosamente vieja: una guitarra extremadamente sucia y rota va de colchón para una batería primitiva y supercuadrada, con un bajo que jamás aprieta y prefiere notas redondas donde las orejas actualizadas piden corcheas. También se lee en las letras que llevan la protesta directa del folk, pero dichas por un cantante de tradición marcadamente country –es decir, con inflexiones propias de cantantes más bien republicanos-- incluso cuando grita. Y todo redondeado por una solitaria, bélica y brutal trompeta, ajena como tal a la menor sutileza, y un sombrero decididamente gospel con un coro negro que en algunos temas alcanza hasta cien integrantes.
Así, en su síntesis de letra y música, “Living with War” plantea una notable confrontación contra los paradigmas que rigen actualmente, incluso contra aquellos que parecen gritar lo mismo pero no se olvidan de que lo más importante es vender. Es, de esa manera, un mensaje en sí mismo acerca de los tiempos que corren, al margen de los mensajes antibélicos que propone en sus canciones.
* Publicado en el periódico el eslabon en agosto de 2006