Saturday, August 22, 2009

25. Charly, a la derecha de la pantalla

Advertencia: esta nota tal vez no sea tan clara como los subtítulos de TN noticias.

Detrás del conflicto de intereses entre el gobierno y la corporación opositora mediático-ruralista en la Argentina hay una discusión mucho más de fondo que incluso excede las fronteras: el sostenimiento de un sistema socioeconómico de concentración y exclusión o su rectificación hacia modelos más equitativos y sustentables. Ese debate, tantas veces resuelto por la fuerza con intervenciones militares, por ahora se está dando sólo en el plano discursivo pero no sólo en las instituciones políticas sino en todos los aspectos de la vida cotidiana.
En ese estado de campaña constante que los medios han sabido instalar al compás de su pelea por el rating, la mesa de la polarización está servida con un menú que no deja nada afuera de ese conflicto de intereses. Como una exageración de la guerra de las vedetes, todos los días los medios alientan el deporte nacional de la dicotomía a través de falaces encuestas de opinión que simplifican todas las cuestiones en dos respuestas posibles: sí o no. En este contexto, hubo un día en que la política y el rock volvieron a besarse a través de la utilización de un símbolo llamado Charly García.

Quién sabe Alicia este país…


Hace un tiempo que Tomás viene pensando en cómo la sociedad se disputa a sus referentes de manera utilitaria (algo al respecto ya se publicó en el eslabón de noviembre de 2006). Como Borges o Maradona, Charly suele ser tironeado por distintos sectores que pujan por apropiárselo en su forma discursiva, simbólica o hasta masturbatoria. Esa disputa, tan vieja como el hombre de Neandertal, se desarrolla en estos tiempos bajo la impronta de “la satisfacción garantizada o le devolveremos el dinero”; ese principio tiende a confundir derechos con demandas y últimamente se aplica por igual a escobas, aparatos para hacer abdominales, músicos, técnicos de fútbol y, últimamente, presidentas.
En dúplex con la inminente muerte de Raúl Alfonsín, el principal canal de cable de la corporación mediático-ruralista ofreció el 30 de marzo de 2009 una suerte de “exclusiva” para el mundo del espectáculo. Charly García reapareció tocando con su banda en la plaza de basílica de Luján, luego de varios meses de reclusión en el campo-estudio de grabación del ex gendarme artístico de la dictadura, ex gobernador menemista y actual “amigo” Palito Ortega, para “recuperarse” de sus “problemas con las drogas”. La movida terminó en un bochornoso minishow en el que Charly apenas balbuceó 7 canciones hasta que cuatro patovicas (¿o son enfermeros de psiquiátrico?) lo alzaron en andas justo a tiempo cuando él, en su mejor metáfora del día, se encaminaba a salir del escenario por el lugar equivocado tan gagá como De la Rúa en programa de Tinelli.

Remake


En la semana en la que Charly tomaba la comunión con Palito en Luján, los think tank de los grupos de poder dejaron de tirarse con dibujitos macroeconómicos y salieron a disputarse “el legado” de Alfonsín. De un lado, la corporación opositora le enrostraba al kirchenirismo el “dialoguismo” del tipo al que, ¿tal vez por dialoguista?, ellos mismos se fumaron en pipa hace 20 años. Del otro, el oficialismo se “adjudicaba” los discursos de ese mismo tipo contra la sociedad rural.
Al costadito de la pantalla, la “recuperación de Charly” no pasó como algo fuera de este contexto para Tomás. Como una remake de La Naranja Mecánica (A Clockwork Orange – Stanley Kubrick - 1971) a través de García podía verse la imagen del inadaptado Alex “recuperado del mal camino” a fuerza de electroshock y las drogas legales de la medicina. Como por arte de magia, el show que no alcanzaba a ser un negocio funcional al espectáculo pasó a militar en las ligas del Activia way of life: “Charly está mejor, ahora no toma cocaína sino coca-cola, y todo gracias al rivotril”, faltaba que dijeran los subtítulos.

Es como digo yo

Pero a Tomás no le interesa, en este momento, los guiños al mercado de los psicotrópicos en nombre de la hipócrita lucha contra las narcotráfico, sino los mecanismos de apropiación que la sociedad hace de sus referentes para imponer una forma dominante de pensar y accionar. En esa trama discursiva Tomás escucha que ese Charly que aparece media hora por la tele como un león domesticado y dopado “ahora está mejor”. Ese discurso coincide en al menos tres aspectos con las propuestas de mano dura para los pibes chorros y la eliminación de retenciones a las exportaciones: a) circula a través de los medios como verdad revelada; b) está repleto de lugares comunes c) no deja lugar a discusiones.

Te queremos Charly

Mientras insiste en tratar de aportar su granito de arena a la batalla discursiva en ciernes, Tomás repasa declaraciones y noticias sobre el regreso Charly en Luján hasta toparse con un título made in Fontevecchia: Charly García: “Hace tiempo que no soy tan feliz”. Dispuesto a leer declaraciones de Charly tras el show, Tomás se encuentra en cambio con una carta abierta de su “amigo y manager” Fernando Szereszevsky.
“Hace tiempo que a Charly solo le importa curarse, ser feliz y darle vuelo propio al costado bueno de Mr. Say No More. Entendió que el mejor que dirán es el de sus amigos verdaderos y él mismo. Apoyado en el cuerpo medico que lo cuida y lo contiene día a día y su grupo íntimo, le puso el pecho a la sugerencia del tratamiento: enfrentar de a poco la vida real, yendo a shows y conectarse con su música y sus fans. Pero los opinators de turno salieron a dar todo tipo de versiones sobre que debe hacer Charly, que está lento, que no era el momento, que está gordo, sedado... Por suerte en el mundo actual de Charly no hay opinadores profesionales, ni aduladores, ni amigos del campeón, ni chupasangres, como hubo en los últimos años; hay un grupo de gente sana, que solo quiere que García esté curado y feliz, sin apuro por sacar discos ni hacer conciertos, que se apoya en la sabiduría de los médicos de cada especialidad, que no hace nada sin consultar a los que saben en cada materia y que no tiene problemas en decir “no” cuando es necesario. (Extracto de la “carta abierta”; el resaltado en negrita es de Tomás).

Amigos son los amigos

La pseudonoticia corrió a la histérica velocidad “copy and paste” de los diarios online. Pequeño detalle, gracias al particular estilo titulador de la editorial Perfil: Charly hablabla en primera persona a través de una carta escrita en tercera persona. Debe recordarse que la Justicia, según difundieron correctamente los medios, había dictaminado meses atrás con quiénes podía estar Charly y, por ende, con quién no. Entre ellos, un juez autorizó a Palito y Szereszevsky.
Pero más allá de los desaguisados de Fontevecchia, Tomás siente más curiosidad por este Cherecheski al que no tiene registrado en el mundo del rock. No es casual, mientras este flaco se hacía “amigo” de Charly a finales de los 90 a través del sushi boy Darío Lopérfido, entonces novio de la guitarrista María Gabriela Epumer, trabajaba como vocero del entonces funcionario menemista Alberto Kohan. Así fue que en 1998 Szereszevsky fue el factótum del encuentro de Charlies en Olivos.
Aquella cumbre Menem-García fue promovida como todas las operetas celebratorias del jet set que tanto le gustaban al presi y su séquito. Ya entonces Szereszevsky se jactaba de haber logrado lo que quería de Charly. “La foto que fue tapa de Clarín tuvo más valor político que cualquier campaña oficial”, dijo entonces el amigo, haciéndole pasar por el orto al propio García sus palabras de 10 años antes: "Si gana Nemen (no quería ni nombrarlo), me voy".

Vampiro

Si bien Charly García genera dudas y contradicciones en Tomás, hay algo más allá que no podrá alterarse y es la adoración. Ese amor podrá inducir a hacer la vista gorda a las razones por las cuales Charly sigue vinculado a este tal Szereszevsky, que también fue vocero de la campaña presidencial de Menem en 2003. Lo que no se puede omitir es la actitud de este muchacho que, fiel a sí mismo, volvió a apropiarse en su carácter de “amigo” de aquello que más le conviene de García.

Fo tofó tofó to foto


Tomás no debería romperse el marulo si esto se tratara sólo de un vampiro más en la historia de García. Pero la foto que ve es mucho más grande y más fea: en una bucólica estancia cool puede verse al rock argentino domesticado al compás de los oligopolistas megafestivales esponsoreados impulsados por el Buenos Aires sushi way of life afrancesado. En un costado aparece Charly, recuperado para un negocio que ya daba pérdida en concepto de televisores rotos y desplantes. Esa recuperación resalta las cualidades de “portarse bien” con la basílica de Luján custodiando su conducta. Fuera de foco, tratando de pasar desapercibida tras un discurso moralizante afín a las supuestas demandas de orden de esta sociedad, una célula del neoliberalismo que se quedó sin el quiosquito de las AFJP o de alguna que otra gobernación encuentra un nuevo Charly para aportar a la campaña.

*Publicado en El Eslabon de mayo de 2009

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