Saturday, August 18, 2007

16.- El rock en la tercera edad: el camino de Paul

A Paul le cayó la ficha: está cada vez más solo en este mundo. Es duro aceptarlo, doloroso. Primero se enfoca en la tristeza de la ausencia, esa presencia que está en otro lado. Y a Paul todo eso le late en una adolescencia que ya no parece tal; basta ver su rostro arrugado de niño en cuerpo de abuelo peleando por ver cuál está más vivo. Pero ya le cayó la ficha a Paul, ya pasó de los sixtie-four.
¿Qué hacer cuando lo que alguna vez fue un lejano futuro quedó atrás y la verdad asoma del otro lado de la colina? La historia del rock, la primera música genuinamente joven de la historia, en todo el mundo, ya empieza a mostrar las canas y miedos que sólo aparecen cuando pasa el tiempo. No se puede ser joven para siempre, sobre todo cuando ya pasaron 45 años, ¿no Paul?
“Cuando tenga 64” fue la premonición de Paul, en 1967, sobre lo que sería 40 años después. Estaba claro entonces que el rock no era para abuelos y, si faltaban pruebas, Jones, Hendrix, Joplin y Morrison marcaban el camino de la gloria eterna. Si hasta los Beatles se retiraron a los 30, veteranos de todo.
Pasaron décadas y hoy puede verse cómo mucho rockeros fueron resignificando sus carreras artísticas mientras entraban en años. Sting probó con el jazz, Peter Gabriel y David Byrne se reciclaron con el tercer mundo, Bowie se hizo clásico en la vanguardia y Dylan intercalaba discos geniales con peleas internas. Muchos levantaron la pata y volvieron cada tanto con más de lo mismo, a veces saludablemente. Y otros se resistieron a envejecer, pero no todos pudieron lograrlo como Iggy Pop. De alguna manera, el paso del tiempo se reveló impredecible para aquellos que a partir de los 60 se convirtieron en íconos de la cultura occidental.
Y si hubo una fórmula exitosa para atravesar los años sin que el bronce perdiera lustre fue –paradoja o no-- la de abandonar el mundo de los mortales. ¿Qué hubiera sido de Lennon a los 50? ¿Quién asegura que la producción de Bob Marley hubiera mantenido su riqueza durante 20 años más? ¿O que Kurt Cobain seguiría siendo noticia por su música?

Resúmenes.

“Working in the factory” (Trabajando en la fábrica) es el primer track de “Think visual”, el disco de The Kinks de 1987. En una sencilla confesión que parece una declaración de principios pero que en realidad es la historia de un pibe que se comió un amague, Ray Davies resume su desencanto con aquello en lo que había convertido su carrera artística. Cuenta que cuando era joven lo único que quería era rajar de la fábrica donde trabajaba y que había podido lograrlo gracias a la música, que lo “liberó” y le dio “esperanza allá por 1963”. Un cuarto de siglo después, para Davies la música “was just another factory”, otra industria (y que omitiera decir que era mucho mejor rentada que la metalúrgica no invalida el desencanto). La conclusión, en el estribillo, fue que toda su vida quiso irse de la fábrica.
En los dos números anteriores de el eslabón (podés releer las notas en http://www.rockalmargen.blogspot.com/) Tomás Dell’Pico reflexionaba sobre la lógica productiva que le fue imprimiendo al arte de una impronta cada vez más mercantilista. Es que a Tomás (ufa) le interesa leer el devenir de la sociedad capitalista a través del rock, esa suerte de punta de lanza –una de tantas-- que mandó occidente para imprimir su pauta cultural imperialista en las últimas décadas. Esto no es leído por Tomás como una demonización del rock –no es más que música-- sino como algo que simplemente sucedió. Expresión humana, ergo contradictoria, el rock nació adolescente como vehículo de mensajes libertarios en varios niveles –social, sexual, político y, por qué no, de mercado— y con el paso del tiempo la vida le fue mostrando otras cosas. Apertura de mente, pero también aburguesamiento. Viejito piola, un día descubrió los placeres del vino y dejó que la birra sólo le esponsoreara las giras tan llenas de emoción como de eufemismos.
En American Idol Tomás leía la tendencia de cuál es la oferta de la industria en estos momentos en que el negocio pasa por tomar consumidores ávidos de ser “famosos” (todo un concepto que se viene resignificando) y darles pantalla aplicándoles el mote de artistas. Entonces la Sony, que empezó haciendo grabadores, después fabricó los discos, también fabricó “artistas” y ahora fabrica “estrellas”. El nuevo producto es ese proceso y, por razones que Tomás insiste en no querer comprender, parece ser evidentemente muy entretenido para la audiencia.

El arte atacado.

Si la pregunta del millón fuera ¿el rock esquivó el zarpazo de la industria?, una de miles respuestas sería: “Sí, pero nadie se entera”. Otra sería “¿por qué tenía que hacerlo?” y otra podría leerse en el entrelineado de eventos políticamente correctos alumbrados por los culos sucios de figuras como Bono y Madonna que ahora dicen que el rock puede salvar al planeta del calentamiento global con Live Earth. Y están convencidos de que es así.
En lo que va de este siglo –¿el último de la cultura occidental?—parece estar instituido que el artista supuestamente necesita, para existir como tal, un correlato comercial que lo sustente. El desarrollo de un artista se mide en estrictamente términos mercantiles, e incluso los productores artísticos no son más que soldados de empresas que ponen plata e ideas sólo para vender más. Y cuando lo logran, todo el mundo acuerda en que son “exitosos” y así quedan en “la historia”: una pared con discos de oro que se regalan a sí mismos.

Muertos (y) vivos.

En este mundo --a juicio de Tomás, muy equivocado…-- le tocó a Paul cumplir 64. En esa transición de cuatro décadas en la que intentó resignificarse como artista mientras cumplía años es probable que sólo haya encontrado una sola respuesta certera a las múltiples preguntas que lo habrán asaltado: sí, detrás de la colina está la muerte, que no duda en llamar a la puerta de tu mansión.
Y con la muerte no se jode, más allá del historial de coqueteos que con ella tiene el rock. Paul se habrá sentido afortunado de no haberse topado con un Mark Chapman, pero tampoco habrá sido fácil sobrevivir en el dudoso pedestal de mito viviente en una cultura necrofílica que adora a los que piran antes de tiempo. O a tiempo. Qué bien que sonaba John en “Free as a bird” mientras Paul hacía el trabajo sucio de vivir, noble y burgués, sacando un disco cada tanto hasta que cumpliera los 64. Alejándose del lugar que el rock le debía a medida que el tiempo pasaba y él seguía improductivamente vivo, más allá de la facturación de sus eventuales giras.

“Memoria casi llena”.

Así se llama el nuevo disco de Sir James Paul McCartney. Inevitablemente, le llegó la hora de mirar hacia atrás, el único lugar donde le queda algo, mientras la muerte lo acecha como un pacman que se devora su presente. Esas supuestas fallas en la memoria que tienen todos los abuelos le devolvió a Paul a la juventud que fue perdiendo mientras el rock también se hacía grande. Algo así puede escucharse de su propia boca en “Memory Almost Full”: la muerte no es algo para temer, es simplemente otra forma de vida, igual que en el póstumo “Brainwashed” de su amigo George. Y otra vez se escucha al mejor Paul, al de siempre, al de 20, 30, 64 y 66, porque la esencia no cambia.
Por las dudas, Tomás recomienda que escuchen ese disco: una sencilla muestra de lo que permanece de la vida de un artista, más allá de los actuales parámetros de éxito que, evidentemente, no sirven a la hora de los bifes. Por algo rompió con las discográficas para venderle el disco a una cadena de cafeterías y asegurarse que 45 millones de yankis escuchen lo que quiere decir mientras le entran a una rosquilla, antes de tomar el metro. Así también colgó un video en YouTube para no quedar en el medio de los mentirosos realities que proponen los canales de videos.
A la par de sus íconos sobrevivientes el rock está entrando en una tercera edad imprevista en sus orígenes, con abuelos capaces de rockear mejor que nunca a pesar de sus propias premoniciones. Puede que haya algo más interesante que el dinero detrás de cada regreso de los Stones, o de la vuelta de Police, Soda y hasta Los Gatos. ¿Será que la industria del rock también decidió mirar para atrás para hacerle frente a la muerte? La seguimos la próxima.

* Publicado en el eslabon de junio de 2007

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