Thursday, August 03, 2006

2. José, el cardenal aspirante…y Marley en el balcón*

Todo en Operación Triunfo es familiar. Un microcosmos sin afuera donde nada sucede excepto ahí. Rosario, por ejemplo, no es más que el paneo de una supuesta multitud de acólitos en un lugar enunciado como “el anfiteatro”, donde “Rosario apoya a Evelyn”. El pequeño pueblo de Navarro es, en cámara, es igual a Córdoba o Tucumán: un enjambre de cabezas y pancartas a la que un movilero alude como “todo el mundo”. Es claro: no hay mundo fuera de OT .
Al igual que en su versión vouyeur y arribista, la casa de Gran Hermano, en OT todo gira en torno al ilusorio universo de la pomposamente llamada academia. Tan poderosa ella que allí van músicos profesionales a visitar y aconsejar a los alumnos. Academia tan omnipotente que puede hacer que un oculista mágico –sí, hasta el chivo publicitario se vende como genial-- opere a una alumna y deje de usar lentes. Y su propia revista que, como los CD, simula un puente con el público cuando no es más que una puerta de acceso a una comunidad a la que sólo se puede pertenecer. No hay nada ajeno a ella, se sobreentiende que “vos” --nombre con el cual se apela al televidente-- sos un fan porque de lo contrario no sos nada. Ni revista ni CD se ofrecen; simplemente se anuncia su aparición porque “vos lo estabas esperando”.
Más allá de conocidas analogías y compatibilidades entre organizaciones sectarias (religiones, vendedores de Anway) y el capitalismo, es interesante el mecanismo de identificación/exclusión que chorrea de la pantalla de OT. Mecanismo más viejo que Menem, que tanto lo aprovechó. Ojo: la TV no es monstruo culpable de todo pero sí es un medio que, cuando hace coincidir los límites de lo masivo y de lo privado en nombre de su ilusión catódica, es propensa a entronizar el engaño. El rating así lo demuestra.
Igual que en GH, nada hay fuera del control de OT: ni aspirantes ni ganadores tienen vida artística más allá de los anuncios de Marley. El animador les cuenta en público –en familia—que el domingo se van de gira o que van a grabar un disco. La ecuación remite al derecho divino que unge a los monarcas: allí fueron inventados como artistas y es natural que sólo allí se desarrollen. Por eso todos son presentados con sus nombres y sólo en caso de ganar –es decir, “convertirse en un artista consagrado”-- se hacen merecedores de su propio apellido, que pareciera quedar en caución mientras son aspirantes. Una mecánica coherente con la lógica familiar de la academia, que cierra en sí misma como un perro que se muerde la cola. ¿Dónde, sino en OT, se puede triunfar, si no hay otro lugar? Por eso Emanuel Arias(su apellido indica que es un ganador de la primera edición) presenta su nuevo disco en una gala del programa. Y después, en el Hard Rock Café, hay un show con aspirantes y artistas consagrados... en el mismo programa del año anterior. Y claro que es un éxito, porque OT es una familia exitosa, que te emociona y le da a un chico o chica como vos la posibilidad de esforzarse y llegar al lugar donde vos querés estar.
La identificación, proceso clave para pensar los productos masivos, se acerca en OT a la exclusión antes que a la propuesta. Nada, salvo la sagrada familia de los aspirantes, existe afuera si no lo muestra la cámara. Por eso se entiende que no vas a querer quedarte afuera, no importa qué es lo que se ofrece, eso no se discute. Incluso el proceso de selección, del que participa el público, se basa en quién abandona el mundo/academia. Y a no engañarse con posteriores apariciones de los parias que van perdiendo: no es otra cosa que reafirmar que nada existe fuera de OT; ni siquiera los ex. Paternalismo, sectarismo, exclusión, culto, elegidos, expulsados, dogmas, todas grajeas de un mensaje que me remite al día que José Ratzinger salió como nuevo Papa desde el balcón ante una fiel multitud que lo vivaba como si les diera igual que fuera Bergoglio, Arinze, Storni, Mafalda o José de Operación Triunfo quien saliera a saludarlos. Sí, la analogía es exagerada, pero en un punto el Vaticano y OT --y tantos más--, como actores de distintas escenas del juego del poder, parecen apelar al mismo modelo de ilusión: no hay afuera porque Dios está acá o porque tus ídolos están acá. Afuera sólo están los fracasados que se equivocaron o a los pecadores que no se salvarán.
Exageraciones al margen, es el mismo viejo modelo que sabe reciclarse para seguir alimentando el eterno statu-quo en el cual unos pocos se divierten mientras muchos los aplauden y se cagan de hambre. Una masa de anónimos que aunque sólo permite comprar o arrodillarse es el mejor lugar donde uno puede estar, al que uno puede pertenecer. Y exacerbar el sentimiento de masificación –de pertenencia a una masa-- ¿no es una forma de afianzar un mecanismo de dominación?

*Publicado en el periódico el eslabon en junio de 2005


Nota de julio de 2006: El tema Operación Triunfo da para seguir hablando, sobre todo ahora que parece haberse retraído como todos los reality shows que lo precedieron, cuyos agotamientos al segundo o tercer ciclo parece tan forzado como sus apariciones. Sin embargo, no es casual que la misma fórmula es la que se aplica: fenómenos explosivos, luego globalizados a través de la exportación/importación de licencias y reemplazo por más de lo mismo.
Hasta el próximo reality o como le quieran poner a la próxima tanda…

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Son todas notas ya publicadas!!!. Este blog parece el libro de entrevistas de J.J. Cavazza

Wednesday, August 09, 2006 12:51:00 PM  
Anonymous Anonymous said...

Son todas notas ya publicadas!!!. Este blog parece el libro de entrevistas de J.J. Cavazza

Wednesday, August 09, 2006 12:51:00 PM  

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